6 de julio de 2016

(Hacia la destrucción del Estado de derecho.)

Quizá no nos damos cuenta, pero estamos deslizándonos hacia una dictadura, "sin prisa pero sin pausa". El deterioro de las instituciones está siendo insoportable, y quizá cuando nos demos cuenta de ello sea demasiado tarde. El "Papá, ya soy presidente" podría convertirse en "Papá, ya me he cargado el Estado de derecho y regresamos a 1940 y al Fuero de los Españoles". En realidad, ya se han dado demasiados pasos en esa dirección, empezando por la Ley Mordaza, que ningún partido político parece denunciar en serio, si no es de boquilla (*). Dejar pasar impunemente ahora el caso Fernández Díaz pone en evidencia hasta qué punto ha llegado este deterioro institucional. Que sepa, sólo Jueces para la Democracia emitió un contundente comunicado, aunque breve y de escasa difusión, mientras que PP, PSOE y C's —la gran coalición de hecho— impidieron la comparecencia del ministro del Interior en el Parlamento para dar explicaciones. Fatal. ¿Y nadie más tiene nada que decir?

Nos deslizamos sin darnos cuenta hacia una dictadura, o si se prefiere una dictadura "regeneracionista", a lo Primo de Rivera, tan castiza. El que Rajoy Brey proponga al PSOE nada menos que un gobierno de "salvación nacional", recuerda demasiado aquellos tiempos de pesadilla del rey Gutiérrez, el espadón y sus "notas oficiosas", el fin de las libertades y la durísima represión social, la disolución de la Mancomunidad de Cataluña, y el destierro de Unamuno... En España hay un sustrato profundamente retrógrado, cuya máxima aspiración sería el regreso a las cavernas, y que odia ferozmente la libertad, la cultura y hasta la propia vida. El PP no tiene más que sentarse tranquilamente al borde de esta imperecedera ciénaga de la barbarie nacional, y echar la caña para pescar ahí sus votos y sus adeptos.

—El PP —dijo Meneses—, partido político heredero de la dictadura fascista de Franco, no necesita de momento recurrir a la xenofobia, como ocurre en otros países europeos. Le basta con darle al registro del nacionalismo y al peligro de los "malos" para incendiar los ánimos y azuzar las huestes. Se equivocaba Antonio Machado cuando le decía a Ramiro de Maeztu en 1934 que enarbolando la bandera nacional no iba a llegar a ninguna parte. Quizá ello fuera cierto en tiempos de Machado, pero después de 40 años de dictadura fascista el nacionalismo de la España Una ha terminado por calar en este país, que ya no se distingue en este lamentable aspecto de los de nuestro entorno. Mal asunto. Así pues, y salvo por lo que respecta de momento a la xenofobia, el PP es perfectamente homologable a los demás partidos y movimientos de extrema derecha y ultranacionalistas que están actualmente anegando y abrumando Europa de una punta a otra.

(*) Un botón de muestra reciente: en el cacareado "Acuerdo para un gobierno reformista y de progreso", el pacto firmado solemnemente entre PSOE y Ciudadanos en febrero 2016 —y al que se supone debió de haberse "sumado" Unidos Podemos, según algunos—, apenas ni se menciona la Ley Mordaza: sólo se le dedica un ínfimo párrafo de seis líneas y media (p. 41) donde se dice que "se reformará", eufemismo para decir que se dejará como está, como todos sabemos. Y si el PSOE es incapaz de derogar la Ley Mordaza —de Ciudadanos ya no digo nada—, qué podemos esperar.

Lecturas recomendadas
- Salvador Cardús, Peor la respuesta que el ataque (6-7-2016) 

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