Quizá no nos damos cuenta, pero estamos deslizándonos
hacia una dictadura, "sin prisa pero sin pausa". El deterioro de las
instituciones está siendo insoportable, y quizá cuando nos demos cuenta
de ello sea demasiado tarde. El "Papá, ya soy presidente" podría
convertirse en "Papá, ya me he cargado el Estado de derecho y regresamos
a 1940 y al Fuero de los Españoles". En realidad, ya se han dado
demasiados pasos en esa dirección, empezando por la Ley Mordaza, que
ningún partido político parece denunciar en serio, si no es de boquilla
(*). Dejar pasar impunemente ahora el caso Fernández Díaz pone
en evidencia hasta qué punto ha llegado este deterioro institucional.
Que sepa, sólo Jueces para la Democracia emitió un contundente comunicado, aunque breve y de escasa difusión, mientras que PP, PSOE y C's —la gran coalición de hecho—
impidieron la comparecencia del ministro del Interior en el Parlamento
para dar explicaciones. Fatal. ¿Y nadie más tiene nada que decir?
Nos deslizamos sin darnos cuenta hacia
una dictadura, o si se prefiere una dictadura "regeneracionista", a lo
Primo de Rivera, tan castiza. El que Rajoy Brey proponga al PSOE nada
menos que un gobierno de "salvación nacional", recuerda demasiado
aquellos tiempos de pesadilla del rey Gutiérrez, el espadón y sus
"notas oficiosas", el fin de las libertades y la durísima represión
social, la disolución de la Mancomunidad de Cataluña, y el destierro de
Unamuno... En España hay un sustrato profundamente retrógrado, cuya
máxima aspiración sería el regreso a las cavernas, y que odia ferozmente
la libertad, la cultura y hasta la propia vida. El PP no tiene más que
sentarse tranquilamente al borde de esta imperecedera ciénaga de la barbarie nacional, y echar la caña para pescar ahí sus votos y sus adeptos.
—El PP —dijo Meneses—, partido político
heredero de la dictadura fascista de Franco, no necesita de momento
recurrir a la xenofobia, como ocurre en otros países europeos. Le basta
con darle al registro del nacionalismo y al peligro de los "malos" para
incendiar los ánimos y azuzar las huestes. Se equivocaba Antonio Machado
cuando le decía a Ramiro de Maeztu en 1934 que enarbolando la bandera
nacional no iba a llegar a ninguna parte. Quizá ello fuera cierto en
tiempos de Machado, pero después de 40 años de dictadura fascista el
nacionalismo de la España Una ha terminado por calar en este país, que
ya no se distingue en este lamentable aspecto de los de nuestro entorno.
Mal asunto. Así pues, y salvo por lo que respecta de momento a la
xenofobia, el PP es perfectamente homologable a los demás partidos y
movimientos de extrema derecha y ultranacionalistas que están
actualmente anegando y abrumando Europa de una punta a otra.
(*) Un botón de muestra reciente: en el cacareado "Acuerdo para un gobierno reformista y de progreso",
el pacto firmado solemnemente entre PSOE y Ciudadanos en febrero 2016
—y al que se supone debió de haberse "sumado" Unidos Podemos, según
algunos—, apenas ni se menciona la Ley Mordaza: sólo se le dedica un
ínfimo párrafo de seis líneas y media (p. 41) donde se dice que "se
reformará", eufemismo para decir que se dejará como está, como todos
sabemos. Y si el PSOE es incapaz de derogar la Ley Mordaza —de Ciudadanos ya no digo nada—, qué podemos esperar.
Lecturas recomendadas
- Salvador Cardús, Peor la respuesta que el ataque (6-7-2016)
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