9 de noviembre de 2017

(El populacho, del rey abajo.)

—El problema crónico de las izquierdas es que en España no hay pueblo, sino populacho —empezó diciendo Meneses—. Al populacho no hay que hablarle de dignidad, sino darle de comer, aunque sean mendrugos. Y las izquierdas solo hablan de dignidad. No puede haber un discurso más equivocado. En cambio, la derecha delincuente siempre reparte algún mendrugo, las sobras de lo que roba. Roba 100 y reparte 10. Es el abecé del caciquismo, de la derecha corrupta de siempre. Y el populacho tan agradecido. El populacho (que puede vestir de traje y corbata, porque hay muertos de hambre muy ilustrados) siempre defenderá a los delincuentes y corruptos, a quienes le roban, condenan a la miseria y matan de hambre, y si ha de envolverse en la bandera, se envuelve, y si hay que berrear ¡A por ellos!, se berrea, y lo que haga falta. Incluida la violencia, porque les va en ello el mendrugo. Y si no, toca servir a los capos del narcotráfico, que ya controlan zonas del sureste del país. El narcoestado es la seña de identidad de todos los Estados fallidos. A donde no llega el Estado, llega fácilmente la delincuencia organizada. Ya vamos camino de ello, solo es cuestión de tiempo.

"Yo estoy a favor de los que mandan", me decía un conocido, directivo de una empresa. Y lo soltaba con una media sonrisita cínica que no lograba disimular su ruina moral. Eso es el populacho. El populacho es cuando el pueblo renuncia a la dignidad. No hay peor desgracia.

Si en España tenemos el gobierno que tenemos, con cuatro ministros y un fiscal general reprobados por el Congreso de los Diputados, y ahí siguen tan anchos, con un presidente del gobierno atrapasobres, con 800 imputados del PP, y todo un largo etcétera que ya amarga relatarlo, es porque en España ya no hay pueblo, sino populacho. De otra manera no sería posible semejante gobierno-basura, como no lo es en ningún país de nuestro entorno.

Realmente, no sé qué discurso ha de tener la izquierda. La dignidad no vende. Aparte, claro, de demostrar que se pueden, y deben, repartir los 100, y no 10, aunque siempre habrá un Montoro que lo impida, porque el Capital depredador y delincuente no está para bromas. Al pueblo ni agua.

Sea como sea, cuando en un país la mayoría de la población cae de cuatro patas, es el fin. 


Nos hallamos en uno de esos raros momentos en que algunos políticos, pocos, están muy por encima de la sociedad, y otros, demasiados, muy por debajo.

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