—¿Qué diríamos —dijo Meneses— si en los años 20 la
banda de Al Capone hubiera ocupado el poder en Estados Unidos? Diríamos
lo mismo que decimos ahora: que en Estados Unidos, al igual que en
tantos otros países, una banda de delincuentes ha ocupado el poder. ¿Qué
cabe esperar a partir de ahí? Muy fácil: 1) Los delincuentes sólo están
para llenarse los bolsillos. Por lo tanto lo que cabe esperar es que se
los llenen, pero, obviamente, a costa nuestra, lo cual equivale al
desastre y a la ruina de todos. 2) Los delincuentes no están para tirar
bombas, más allá del estricto negocio de las armas, y menos para
apocalípticas confrontaciones entre potencias. Ahora bien, bravuconadas,
las que se quieran, porque hay que mantener vivo en lo posible el
espíritu de John Wayne exterminando indios (el mayor genocidio de la
humanidad), el Make America Great Again y todo el monumental rollo. Por
de pronto, ya antes de tomar posesión, Trump ha conseguido hundir la
economía de México y poner histérica a China: a la sección de
"internacional" de los periódicos no le faltarán novedades en los
próximos cuatro años. 3) Represión brutal hacia dentro del país cuando
la población se dé cuenta de la estafa y el desastre económico.
Criminalización de las minorías como chivo expiatorio para desviar la
atención y canalizar la frustración hacia abajo en vez de hacia arriba.
¿Cómo es posible que hayamos llegado
hasta aquí? Muy fácil: hemos llegado hasta aquí a consecuencia de haber
entregado en todas partes el poder político al capital financiero, lo
cual ha terminado por convertir a las instituciones democráticas, los
partidos y las constituciones, en filfa. Liquidadas las instituciones,
es el gran momento de los rateros. Rateros del mundo, uníos. No estoy de
acuerdo en seguir llamando "políticos" a quienes son vulgares bandas de delincuentes . En USA, en México, en Argentina, en Brasil o donde sea.
En resumen: cuando la delincuencia se hace con el poder de los Estados, o de lo que aún queda de ellos, y sustituye a la política,
la sociedad civil se tiene que poner las pilas. No hay otra. Como dice
Josep Ramoneda (*), lo que nos espera es un enfrentamiento entre
autoritarismo y democracia: yo más bien diría que el enfrentamiento será
entre delincuencia criminal y sociedad civil en defensa no ya de la
democracia, sino de la propia sociedad y de nuestra supervivencia.
Porque la delincuencia carece de proyecto político, por más que se
envuelva en la bandera nacional, la defensa de los "valores
occidentales" (supongo que se referirán al derecho de rapiña), la
supremacía de la raza blanca o más bien panocha, o lo que digan los
asesores de comunicación: la "ideología", que dice aquí Aznar. Lo único
que le importa a esta delincuencia es eso: saquear tanto como pueda, en
el menor tiempo posible, y el último que apague la luz. El cambio
climático a Al Capone le importa tres pimientos. Y así sucesivamente.
Pero sí, hay que defender la democracia,
como dice Ramoneda. En los años 30 del siglo pasado la lucha fue
democracia contra fascismo. Hoy, la lucha es democracia contra
delincuencia criminal. Busca las siete diferencias.
Lecturas recomendadas
- Rafael Poch, La pelea de Washington (14-1-2017)
- Moisés Naím, De regreso (14-1-2017)
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