Historias de la España vaciada, 5: Alcántara


Los expertos dicen que España será uno de los países más afectados por el cambio climático. El pronóstico es este: la costa litoral arrasada por el aumento del nivel del mar, y la meseta interior convertida en el desierto de Atacama. Si nos quejamos de que hace mucho calor, lo que está por venir es el infierno.

Sin esperar al desastre climático, ya hay
en España lugares que son un horno. No he estado nunca en Écija en verano, pero cabe suponer que el apelativo de Sartén de Andalucía será por algo. En Cerro Muriano (Córdoba), donde hice los campamentos del servicio militar, ni los lagartos se atrevían a salir al sol. Más al norte, los Monegros no tienen nada que envidiar al Sahara. Pero donde he visto el termómetro casi estallar fue en el páramo de la Lora (Burgos), donde Franco soñó con extraer petróleo. Era muy joven y estuve todo un mes de agosto por aquellos pedregales trabajando en la selección de la patata: un domingo el termómetro alcanzó los 50 ºC a la sombra. El perro casi se asfixia.

Ahora bien, todos esos lugares son glaciales comparados con Badajoz. En mi primer viaje, partí de Alcántara, sobre el río Tajo, y descendí por la raya de Portugal hacia Alburquerque y Badajoz. Son parajes tórridos de alcornocales y dehesas de encinas, y donde la calor es tanta que el sol derrite el asfalto de las carreteras. Luego continué hacia Mérida, Don Benito...


Dehesas de Fregenal de la Sierra, Badajoz. (Fotografía: Víctor Manuel Pizarro.)

He estado dos veces en Mérida, la primera por ver aquello y la segunda acompañando a mi pareja por asuntos de su trabajo. En esta última ocasión, pasé la mañana en el Museo Nacional de Arte Romano, y no porque me entusiasme la arqueología romana, sino porque ahí se estaba a resguardo de lo que caía fuera. Por la tarde fui a la plaza de España y me senté a una mesa en la mejor sombra a tomar cervezas hasta la noche, aguardando a mi compañera.

Entretuve la espera con la lectura de un librito de poesías cuyo título lo dice todo: Delirium tremens (1890), de Pedro Barrantes, poeta, bohemio y compañero de Alejandro Sawa. Nunca ha estado claro dónde nació Barrantes. Pío Baroja decía que era valenciano, y otros leonés. En realidad, Pedro Barrantes nació en Alcántara (Cáceres), como dejó escrito él mismo en unas crónicas publicadas en El País ("Alcántara" y "Otra vez Alcántara", 10 y 24 agosto 1900, respectivamente). Leamos unos párrafos:

En Alcántara existen ocho o diez casas buenas, situadas en las dos calles menos malas. El resto de la población, feo, sucio, antipático, huele a pobreza desde cien leguas. Pero lo horrible, lo verdaderamente horrible por su hediondez, es el barrio llamado del Cuco, en que las inmundicias se depositan en mitad del arroyo y las viviendas son algo así como las chozas de los esquimales, zahúrdas infectas, cloacas pestilentes donde viven amontonadas numerosas familias. [...]
 

Si el egregio Tolstoi visitase Alcántara, su corazón, abrasado en amor por los que sufren, latiría con palpitaciones de piedad inmensa ante el espectáculo que ofrecen aquellos infelices labriegos flacos, anémicos, enfermizos, que para ganar dos reales de jornal se van al campo al nacer el día, después de comer unas sopas (cuando las comen), y regresan al caer la tarde, volviendo a fortalecer el estómago con un pedazo de pan negro (si lo tienen), y aquellas mujeres cetrinas, prematuramente envejecidas por el trabajo y el hambre, desnudas de pie y pierna, espulgando al sol a sus andrajosos chiquillos. [...]
 

Yo quiero entrañablemente a Alcántara. Allí nació mi padre, allí corrió mi niñez y allí está la que fue mi casa, usurpada villanamente por amaños de no sé qué gentuza. 

(Pedro Barrantes, "Alcántara", El País, 10 agosto 1900, p. 2.)

Calle de la Soledad, Alcántara, años 40.
(Foto Mestre Hurtado.)

Pedro Barrantes era testaferro de El País, combativo periódico republicano dirigido entonces por Joaquín Dicenta. Por un duro al día, Barrantes firmaba con su nombre artículos comprometedores de otros, y se pasaba la vida en la cárcel. Salía de ella y a los pocos días entraba de nuevo por otra denuncia. Cuando estuve en Alcántara me emocionó recorrer aquellas calles donde tuvo su casa Pedro Barrantes, como esperando verle a la vuelta de una esquina, pero a la media hora estaba de regreso en el hotel, medio muerto y asfixiado de calor. 

Creo que nunca he padecido tanta calor como en Alcántara. No quisiera exagerar, pero de las 9 de la mañana a las 9 de la noche no hay quien pise la calle. Por cierto, todas las casas, incluso las más modestas, tienen aire acondicionado, lo cual no es para menos... Pero, ¿cómo harán para pagar el atraco de la luz?

Dos grandes amigos de Antonio Machado en Segovia fueron también de Badajoz: Blas Zambrano (Segura de León, Badajoz, 1874 - Barcelona, 1938), padre de la pensadora María Zambrano y compañero de Machado en Segovia, y Rubén Landa (Badajoz, 1890 - México D.F., 1978), vinculado a la Institución Libre de Enseñanza y profesor de filosofía en el Instituto de Segovia, donde coincidió con Antonio Machado. En 1938 llevó consigo a las tres hijas de José Machado a la URSS, de donde pasó luego a México (*). Una hermana suya, Matilde Landa (1904-1942), militante del PCE y destacada antifranquista, está siendo actualmente recuperada. 

Badajoz es una tierra de escritores, quizá para olvidarse del calor. ¿Escribir refresca? José de Espronceda y Carolina Coronado, precursora en el siglo XIX de Rosalía de Castro, nacieron ambos en Almendralejo. 


¿Se puede vivir en Alcántara, en Mérida, en Almendralejo, en Badajoz...? En Badajoz he estado una sola vez, en verano, y me pasé el día en el único lugar habitable de la ciudad: el Corte Inglés.

Eran las nueve de la noche pasadas cuando mi compañera vino a buscarme a la plaza. Cerré el libro.

—Mañana podríamos ir a Trujillo —me dijo.
—Genial.


(*) Véase Modesto Miguel Rangel Mayoral, Rubén Landa Vaz. Un pedagogo extremeño de la Institución Libre de Enseñanza en México, Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2006.


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