—Supongamos un país llamado Rajoylandia donde hay 10
trabajadores —empezó explicando Zacarías, que había estudiado economía
doméstica en el Instituto Laboral de Pedrosillo—. De estos 10
trabajadores, 5 trabajan a tiempo completo y 5 están en paro. Ahora
bien:
1) De estos 5 parados 2 se hartan y se
marchan de Rajoylandia, ese gran país y mucho país, para buscarse la
vida donde sea. Es la "movilidad exterior" que decía la ministra, y
para el actual de Exteriores "enriquece" y te da "amplitud de miras"
(¡ole!). Lástima que los que se van sean los jóvenes. Es como si a tu
cuerpo se le escapara la sangre a chorro debido a una tremenda
hemorragia. Pues a Rajoylandia se le escapa la sangre a chorro: figúrate
cómo nos estamos quedando (1). Pero el gobierno de Rajoylandia tan
ancho, ni se inmuta. Por último, otro de los parados desaparece
estadísticamente en la "exclusión social", comiendo de la beneficencia y
durmiendo al pairo, y finalmente otro de los parados se suicida o se
muere de asco. En total, desaparecen 4 de los 5 parados. Titulares de
los medios de comunicación mercenarios en manos de los bancos, los
medios palmeros de la oligarquía patria: "El paro disminuye en un
espectacular 80 %. El gobierno se felicita y anima a seguir por la misma
senda." Pero lo que se ha reducido no es el paro, sino el número de
trabajadores, y donde antes había 10 ahora sólo hay 6. Lo cual no es
ninguna buena noticia, y la explicación es fácil: de seguir así, pudiera
darse el caso extremo de que en Rajoylandia no haya nadie trabajando,
con lo cual ya me contarás de qué comemos. Ahora bien, ¿cómo aumentar el
número de trabajadores? Muy sencillo:
2) Vista la facilidad con que disminuye
el paro por sí solo, lo de crear empleo está chupado, tan chupado que
Báñez y la Virgen del Rocío se bastan y sobran. Es como el milagro de
los panes y los peces, pero versión laboral: donde antes había un
trabajador a tiempo completo, lo echamos a la calle y contratamos a 3 a
tiempo parcial (y además cobrando menos en total que el trabajador
despedido). En nuestro caso de Rajoylandia, echamos a la calle a los 5
trabajadores a tiempo completo y volvemos a contratar a esos mismos 5
más otros 10, pero a tiempo parcial. He ahí el milagro: donde antes
había 5 trabajadores ahora tenemos 15 precarios (precarios y pobres, es
decir, bien jodidos). Por cierto, ¿te has fijado en la cara de radiante
felicidad de la ministra Báñez? (2). Titulares de la prensa mercenaria:
"El empleo ha crecido un fabuloso 300 %. Las reformas han sido un éxito y
Rajoylandia es todo un ejemplo a seguir. El gobierno no cabe en sí de
satisfacción y alerta sobre el peligro de aventuras populistas que echen
por la borda todo lo mucho conseguido con tanto esfuerzo." Pero el
total de horas trabajadas en Rajoylandia es el mismo, tanto con 5 como
con 15 trabajadores. Simplemente hemos repartido el trabajo y donde
antes había 5 trabajadores que malvivían a media dignidad ahora tenemos
15 desdichados medio esclavos y la dignidad se la tienen que inventar.
Dicho técnicamente: la "productividad" en Rajoylandia sigue sin levantar
cabeza, y aun va a menos. Y es que a pesar de ¡siete horribles largos
años! de salvajes reformas y ajustes, las empresas todavía siguen
echando trabajadores a la calle, y a miles, de manera que por más
inventos que se hagan repartiendo el trabajo que queda, el total de
horas trabajadas, que es lo que cuenta, ¡disminuye! (3). Y al final nos
estamos quedando en lo que ya somos: un país y mucho país de camareros y
kellys (eso sí, mientras siga funcionando el turismo). Y de eso no
podemos vivir 47 millones de habitantes, lo cual entiende hasta la
ministra. ¿Entonces de qué vivimos? De la deuda: vivimos a crédito
(mientras san BCE siga comprando nuestra deuda) (4). Pero esa es otra
historia.
La OCDE ya ha advertido a Rajoylandia
de que una cosa es la reforma laboral y otra distinta es la destrucción
del mercado de trabajo y la depredación irresponsable de las empresas
con la connivencia de un gobierno irresponsable y sin escrúpulos y cuya
única preocupación es enriquecer a nuestra costa a los delincuentes de
dentro y de fuera, y no ahogarse en la mierda de la corrupción
generalizada que ya le llega hasta la boca.
Total —concluyó Zacarías—, en Rajoylandia crece el "empleo" (sic)
pero disminuyen las horas trabajadas. Cosas más raras se han visto,
amigo Melquíades. Pero por si acaso agárrese fuerte para cuando se le
acabe el cuento al gobierno del PP.
(1) Lo peor es que se marchan los
jóvenes más preparados, y aquí sólo va quedando la masa más ignorante y
energúmena que engrosará las hordas del fascismo que se avecina.
Tradicionalmente, España exportaba lo peor, ahora emigra lo mejor:
la diferencia es sustancial. Puede que en unos años no quede en
Rajoylandia nadie capaz de hacer la o con un canuto. Y si
desmantelamos la educación pública, ni te cuento. Otra vez África
empezará en los Pirineos, lo cual ya comienza a notarse.
(2) No, no es imbécil, los imbéciles somos nosotros que
la votamos. Y ello vale especialmente para los votantes mayores de 55
años que creen, como los niños en los Reyes Magos, que el PP les
garantizará las pensiones, por aquello de que es un partido "serio"
(!), y ahora ven cómo las pensiones se les evaporan porque tienen que
mantener a hijos y nietos que no encuentran trabajo (!). Y espérate a
que llegue el hachazo a las pensiones, con el cuento de que se acabó el
fondo y, como dice el vallenato de Alejo Durán, "como plata no tengo, no doy más".
Un fondo de reserva que jamás debió de haberse tocado, pero que se ha
dilapidado adrede, precisamente, para ahora poder decir: se acabó lo que
se daba, hay que recortar a lo bestia, y en adelante el que quiera
pensiones que vaya a los bancos. Pero antes te aconsejo que vayas a
Chile y te informes allí del drama de quienes hace 30 años contrataron planes privados. En Chile es ya una tragedia social.
(4) Pronóstico de Zacarías: el
BCE seguirá comprando deuda hasta que Alemania diga hasta aquí hemos
llegado. Porque será Alemania la primera en romper la baraja y la que
salga del euro. La única incógnita es hasta cuándo aguantará. Mientras,
irse preparando para un default nunca visto, a no ser que a
alguien se le ocurra la idea de desmantelar el euro de manera ordenada.
¿Habrá luces para tanto? Alemania tendrá la última palabra, en eso como
en todo. Así pues, quienes propugnan salirse del euro pueden descansar
tranquilos porque la moneda única tiene los días bien contados. La única
incógnita es cuándo y sobre todo cómo va a desaparecer.