Mayo del 68


 A Carlos Blanco Aguinaga.

Pronto se cumplirán 50 años del Mayo de 1968. Yo no estuve en París en el 68, pero sí justo un año después, en mayo de 1969. Era entonces un adolescente de 14 años, y fuimos a París en viaje de fin de curso. Nos alojamos en la Maison des Provinces de France. Ya no quedaba ni rastro de pintadas en las paredes, ni calles levantadas ("Sous les pavés, la plage", decía una pintada. "Bajo los adoquines está la playa"). Otra pintada: "Soyez réalistes, demandez l'impossible" ("Sed realistas, pedid lo imposible"). Otra: "Plutôt la VIE" (el verso de André Breton: "Mejor la vida..."). Y mi preferida, el lema de la revuelta: "L'imagination au pouvoir!" El 68 francés fue como el 15-M, pero a lo bestia.


Todos mis compañeros de clase apenas se movieron del Pigalle, y yo me dediqué toda una semana a patear París, solo como la una, desde Les Champs-Élisées a Montmartre, pasando por el Quartier Latin. Allí compré dos LP: un tema entonces espectacular, In-A-Gadda-Da-Vida de Iron Butterfly, y una rara versión de la ópera rock Hair. También, como era obligado, de regreso pasé por la frontera algunos libros "prohibidos", entre ellos la Historia de España de Pierre Vilar (Librairie Espagnole, 1963). Luego, unos años después, traduciría al castellano La société du spectacle (1967) de Guy Debord, que no llegó a publicarse porque se adelantó otra editorial. Y ya me disponía a traducir la otra gran obra emblemática, Traité de savoir-vivre à l'usage des jeunes générations (1967) de Raoul Vaneigem, cuando me advirtieron que lo dejara, porque  estaban también los derechos vendidos. Si yo hubiese nacido en Francia, habría militado en la Internationale Situationniste.


Poco más cabe recordar de aquella primera vez que crucé la frontera. Me impresionó Notre Dame: subí a una de las torres para fotografiar las gárgolas que llevan siglos contemplando el Sena, han visto rodar la cabeza de Luis XVI, la entrada de Hitler en París y ahora al nuevo emperador Macron en una Europa que se desintegra sin remedio. Cuesta creer que Notre Dame sea casi contemporánea de la iglesia románica de Taüll. Visité el Louvre y el Musée d'Art Moderne. Para mí, París era como Barcelona, aunque más grande. Era como estar en casa. ¡Pero cuánta diferencia con España!


En 1968 España era un erial. Aquí no había más que curas y guardias civiles. Un país completamente aislado del mundo y ajeno a él. Ni Beatles, ni hippies, ni protestas contra la guerra de Vietnam, ni revuelta del 68 francés. Nada. Aquí no llegaba nada. España era un mundo aparte. El país de Joselito y Manolo Escobar, del NO-DO, Elena Francis, los XXV Años de Paz, De España para los españoles, la emisión para los emigrantes de RNE, y El Séneca. Todas las veces que desde entonces hasta la muerte de Franco crucé la frontera, siempre tuve la misma sensación: regresar a España era como regresar a un planeta de otra galaxia. Un planeta rancio, atrasado, sombrío, casposo, retrógrado, medio analfabeto, lleno de curas y policías. Y lo más odioso cuando traspasabas los Pirineos es que lo primero que te preguntaban los franceses, con una sonrisita burlona, era: "Ça va, Franco?" Espero que no vuelvan a preguntármelo jamás.

*

Mayo del 68. Parece que fue ayer. Fue un espectacular movimiento de los jóvenes de medio mundo por la paz. No sé si llegaremos tarde. De momento, llevamos más que perdidos 50 años.


Ten Years After, I'm Going Home (Woodstock 1969)

Bibliografía
- Manuel Castells, Mayo 1968 (17-5-2008)
- Jaime Pastor, El año 1968 (10-3-2018)
- Joaquín Estefanía, La cabeza arriba, las manos no (14-3-2018) 
- Julián Casanova, 1968, más allá de mitos y simplificaciones (2-5-2018) 
- Josep Fontana, El fin de la ilusión revolucionaria (14-5-2018)  
- Rafael Poch, Ambigüedades y certezas del 68 francés (16-5-2018) 
- Óscar Guayabero, La palabra liberada en las paredes de París (25-5-2018)


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