15 de enero de 2017

(Al Capone.)

—¿Qué diríamos —dijo Meneses— si en los años 20 la banda de Al Capone hubiera ocupado el poder en Estados Unidos? Diríamos lo mismo que decimos ahora: que en Estados Unidos, al igual que en tantos otros países, una banda de delincuentes ha ocupado el poder. ¿Qué cabe esperar a partir de ahí? Muy fácil: 1) Los delincuentes sólo están para llenarse los bolsillos. Por lo tanto lo que cabe esperar es que se los llenen, pero, obviamente, a costa nuestra, lo cual equivale al desastre y a la ruina de todos. 2) Los delincuentes no están para tirar bombas, más allá del estricto negocio de las armas, y menos para apocalípticas confrontaciones entre potencias. Ahora bien, bravuconadas, las que se quieran, porque hay que mantener vivo en lo posible el espíritu de John Wayne exterminando indios (el mayor genocidio de la humanidad), el Make America Great Again y todo el monumental rollo. Por de pronto, ya antes de tomar posesión, Trump ha conseguido hundir la economía de México y poner histérica a China: a la sección de "internacional" de los periódicos no le faltarán novedades en los próximos cuatro años. 3) Represión brutal hacia dentro del país cuando la población se dé cuenta de la estafa y el desastre económico. Criminalización de las minorías como chivo expiatorio para desviar la atención y canalizar la frustración hacia abajo en vez de hacia arriba.


¿Cómo es posible que hayamos llegado hasta aquí? Muy fácil: hemos llegado hasta aquí a consecuencia de haber entregado en todas partes el poder político al capital financiero, lo cual ha terminado por convertir a las instituciones democráticas, los partidos y las constituciones, en filfa. Liquidadas las instituciones, es el gran momento de los rateros. Rateros del mundo, uníos. No estoy de acuerdo en seguir llamando "políticos" a quienes son vulgares bandas de delincuentes . En USA, en México, en Argentina, en Brasil o donde sea.


En resumen: cuando la delincuencia se hace con el poder de los Estados, o de lo que aún queda de ellos, y sustituye a la política, la sociedad civil se tiene que poner las pilas. No hay otra. Como dice Josep Ramoneda (*), lo que nos espera es un enfrentamiento entre autoritarismo y democracia: yo más bien diría que el enfrentamiento será entre delincuencia criminal y sociedad civil en defensa no ya de la democracia, sino de la propia sociedad y de nuestra supervivencia. Porque la delincuencia carece de proyecto político, por más que se envuelva en la bandera nacional, la defensa de los "valores occidentales" (supongo que se referirán al derecho de rapiña), la supremacía de la raza blanca o más bien panocha, o lo que digan los asesores de comunicación: la "ideología", que dice aquí Aznar. Lo único que le importa a esta delincuencia es eso: saquear tanto como pueda, en el menor tiempo posible, y el último que apague la luz. El cambio climático a Al Capone le importa tres pimientos. Y así sucesivamente.


Pero sí, hay que defender la democracia, como dice Ramoneda. En los años 30 del siglo pasado la lucha fue democracia contra fascismo. Hoy, la lucha es democracia contra delincuencia criminal. Busca las siete diferencias.

(*) Josep Ramoneda, "Capitalismo contra capitalismo" (13-1-2017).

Lecturas recomendadas
- Rafael Poch, La pelea de Washington (14-1-2017)
- Moisés Naím, De regreso (14-1-2017)

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