—La conciencia moral —dijo Meneses a pocos días de
las elecciones generales del 20-D— no se adquiere de la noche a la
mañana, ni siquiera en la escuela. La conciencia moral es un proceso de
siglos de cultura y de civilización, y a veces ni así. Hoy día seguimos
cometiendo crímenes, asesinatos y genocidios como hace millones
de años, y con idéntica brutalidad. ¿Qué significa eso? Significa que,
en algunos casos, la conciencia moral no parece haber variado un ápice
desde la noche de los tiempos hasta hoy: era cero o casi, y sigue siendo
cero o casi. Entre el Australopithecus y algunos homínidos
como George W. Bush y su camarilla de las Azores, por poner un ejemplo
reciente, no hay absolutamente ninguna diferencia, excepto en la corbata
y los calcetines. A la vista de sus acciones, la "conciencia moral" de
los responsables de la guerra de Afganistán e Irak, y luego Libia y
Siria, etc., es equivalente a la de los más remotos ancestros humanos
—si es que cabe hablar de conciencia moral en estos casos, problema que
dejo para los expertos—, y han transcurrido 4 millones de años entre
unos y otros, sin variar en nada. Se trata, en fin, de un serio y
desconcertante problema que habría que analizar muy despacio, aunque ya
estamos en condiciones de extraer una conclusión provisional: los
procesos de hominización quizá no sean tan lineales —y menos aún
irreversibles— como pudiera parecer. Quiero decir que algunos que llevan
corbata y zapatos podrían subirse al árbol ahora mismo y adaptarse
apenas sin transición, con gran habilidad, a la convivencia con sus
parientes remotos —o cercanos, según se mire— en cualquier selva, y sin
que ellos (ni nosotros) advirtieran ninguna diferencia sustancial en su
existencia. En realidad, los Australopithecus siempre han
estado ahí en cierta manera, no subidos a los árboles, pero sí detrás de
lujosas mesas de despachos enmoquetados, e incluso ocupando en algunos
casos el poder político, militar, financiero... ¿Estaremos asistiendo
actualmente a una revuelta, no de las élites, como suele decirse, o del 1
%, sino de los homínidos más infrahumanos, impermeables a través de los
tiempos a cualquier proceso de hominización? ¿Logrará incluso un puñado
de cuasi primates con corbata, extremadamente violentos y ambiciosos,
destruir a la humanidad y la civilización, y acabar con el planeta? El
pomposamente autodenominado Homo sapiens es el único que ha
sobrevivido, probablemente de puro milagro, a una masacre generalizada
de decenas de otras especies de homínidos extinguidos, más bien
exterminados entre sí. Ojo pues con los simios que siguen propugnando la
guerra.
Por lo demás, Meneses estaba convencido
de que la causa última de las guerras era la falta de imaginación. Lo
cual no contradice lo antes expuesto, sino más bien todo lo contrario.
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