11 de diciembre de 2015

(Reflexiones sobre la guerra.)

—La conciencia moral —dijo Meneses a pocos días de las elecciones generales del 20-D— no se adquiere de la noche a la mañana, ni siquiera en la escuela. La conciencia moral es un proceso de siglos de cultura y de civilización, y a veces ni así. Hoy día seguimos cometiendo crímenes, asesinatos y genocidios como hace millones de años, y con idéntica brutalidad. ¿Qué significa eso? Significa que, en algunos casos, la conciencia moral no parece haber variado un ápice desde la noche de los tiempos hasta hoy: era cero o casi, y sigue siendo cero o casi. Entre el Australopithecus y algunos homínidos como George W. Bush y su camarilla de las Azores, por poner un ejemplo reciente, no hay absolutamente ninguna diferencia, excepto en la corbata y los calcetines. A la vista de sus acciones, la "conciencia moral" de los responsables de la guerra de Afganistán e Irak, y luego Libia y Siria, etc., es equivalente a la de los más remotos ancestros humanos —si es que cabe hablar de conciencia moral en estos casos, problema que dejo para los expertos—, y han transcurrido 4 millones de años entre unos y otros, sin variar en nada. Se trata, en fin, de un serio y desconcertante problema que habría que analizar muy despacio, aunque ya estamos en condiciones de extraer una conclusión provisional: los procesos de hominización quizá no sean tan lineales —y menos aún irreversibles— como pudiera parecer. Quiero decir que algunos que llevan corbata y zapatos podrían subirse al árbol ahora mismo y adaptarse apenas sin transición, con gran habilidad, a la convivencia con sus parientes remotos —o cercanos, según se mire— en cualquier selva, y sin que ellos (ni nosotros) advirtieran ninguna diferencia sustancial en su existencia. En realidad, los Australopithecus siempre han estado ahí en cierta manera, no subidos a los árboles, pero sí detrás de lujosas mesas de despachos enmoquetados, e incluso ocupando en algunos casos el poder político, militar, financiero... ¿Estaremos asistiendo actualmente a una revuelta, no de las élites, como suele decirse, o del 1 %, sino de los homínidos más infrahumanos, impermeables a través de los tiempos a cualquier proceso de hominización? ¿Logrará incluso un puñado de cuasi primates con corbata, extremadamente violentos y ambiciosos, destruir a la humanidad y la civilización, y acabar con el planeta? El pomposamente autodenominado Homo sapiens es el único que ha sobrevivido, probablemente de puro milagro, a una masacre generalizada de decenas de otras especies de homínidos extinguidos, más bien exterminados entre sí. Ojo pues con los simios que siguen propugnando la guerra.

Por lo demás, Meneses estaba convencido de que la causa última de las guerras era la falta de imaginación. Lo cual no contradice lo antes expuesto, sino más bien todo lo contrario.

No hay comentarios:

Publicar un comentario