(Si los jóvenes son el futuro de un país, el voto de los jóvenes debería de valer por dos y el de los viejos por cero.)
—El 20-D —dijo Meneses, que iba a cumplir 61 años— los viejos determinaremos el futuro
de España. Es la leche, pero es así. Que en un país ganen las
elecciones los viejos es el peor desastre que pueda ocurrirle. Si a eso
le añades que 1,8 millones de jóvenes que han tenido que irse del país
en estos últimos cuatro años, se les impide votar, es una catástrofe.
¿Por qué no se aprobará una ley que prohíba votar a los mayores de 60
años? Por lo menos así tendríamos un país que votaría por su futuro, y
no por su pasado. Ítem más, si se impide votar a los menores de 18 años,
debería impedirse votar —y con mucha más razón— a los mayores de 60. Al
fin y al cabo, en unas elecciones siempre se ventila el futuro, y ahí
los viejos no pintamos nada y por tanto deberíamos de abstenernos de
intervenir. Las elecciones habrían de estar reservadas exclusivamente a
los jóvenes. Es más: si somos coherentes, el voto de los menores de 30
años debería de valer por dos.
—No les demos más ideas a los que vayan a reformar la Constitución...
—Paciencia, dentro de pocos años el 90 % de los votantes
del PP estará en el cementerio. Es lo bueno que tienen las
gerontocracias. No hay mal que por bien no venga, ni mal que cien años
dure, etc.
—Pero mientras tanto —interrumpió Barrantes—, los viejos y
pensionistas nos van a joder bien jodidas estas elecciones, como ha
pasado antes en Grecia, en Escocia, en... ¡Europa, señores, es un
puñetero asilo de ancianos de todas las edades! Estamos bien listos.
—Por cierto, los viejos parecen encantados con la
corrupción. Es otra conclusión que podrán extraer los politólogos
después de las elecciones. Y otra razón para retirar el voto a los
mayores de 60 años, y por el contrario conceder una prima a los menores
de 30. Llamémoslo discriminación electoral positiva en favor del futuro.
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