3 de diciembre de 2015

(Si los jóvenes son el futuro de un país, el voto de los jóvenes debería de valer por dos y el de los viejos por cero.)

—El 20-D —dijo Meneses, que iba a cumplir 61 años— los viejos determinaremos el futuro de España. Es la leche, pero es así. Que en un país ganen las elecciones los viejos es el peor desastre que pueda ocurrirle. Si a eso le añades que 1,8 millones de jóvenes que han tenido que irse del país en estos últimos cuatro años, se les impide votar, es una catástrofe. ¿Por qué no se aprobará una ley que prohíba votar a los mayores de 60 años? Por lo menos así tendríamos un país que votaría por su futuro, y no por su pasado. Ítem más, si se impide votar a los menores de 18 años, debería impedirse votar —y con mucha más razón— a los mayores de 60. Al fin y al cabo, en unas elecciones siempre se ventila el futuro, y ahí los viejos no pintamos nada y por tanto deberíamos de abstenernos de intervenir. Las elecciones habrían de estar reservadas exclusivamente a los jóvenes. Es más: si somos coherentes, el voto de los menores de 30 años debería de valer por dos.

—No les demos más ideas a los que vayan a reformar la Constitución...

—Paciencia, dentro de pocos años el 90 % de los votantes del PP estará en el cementerio. Es lo bueno que tienen las gerontocracias. No hay mal que por bien no venga, ni mal que cien años dure, etc.

—Pero mientras tanto —interrumpió Barrantes—, los viejos y pensionistas nos van a joder bien jodidas estas elecciones, como ha pasado antes en Grecia, en Escocia, en... ¡Europa, señores, es un puñetero asilo de ancianos de todas las edades! Estamos bien listos.

—Por cierto, los viejos parecen encantados con la corrupción. Es otra conclusión que podrán extraer los politólogos después de las elecciones. Y otra razón para retirar el voto a los mayores de 60 años, y por el contrario conceder una prima a los menores de 30. Llamémoslo discriminación electoral positiva en favor del futuro.

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