—España no es una nación. Ni lo es, ni lo ha sido
nunca, y es poco probable que lo sea, ni falta que hace. España es un
Estado. Y además de Estado quizá pronto sea también una República, tal
como están las cosas. Porque una nación no lo es porque lo diga la
Constitución de Cádiz de 1812, ni la de 1978, ni porque lo digan un
puñado de fascistas exaltados, nietos de Primo de Rivera, o de
progresistas trasnochados (herederos de la Pepa), o un puñado de políticos que se creen obligados a hablar de algo. Una nación lo es porque un pueblo, o la gran mayoría de ese pueblo, se define como tal nación.
Y eso nunca ha ocurrido en España, por lo menos hasta el día de hoy.
Sólo ha ocurrido, eso sí, en Cataluña y en el País Vasco, los cuales
territorios son naciones como la copa de un pino porque así lo ha
manifestado una gran mayoría de su población, y además en reiteradas
ocasiones. Así pues, España no es una nación, sino varias, y por de
pronto las dos mencionadas. Por otra parte, ya pasaron los tiempos de
los Estados-nación, y crucemos los dedos para que no vuelvan (*).
Aclarado que Cataluña es una
nación, diga lo que quiera el Tribunal Constitucional, y lo es no por
razones "históricas" o culturales, sino porque así es como se definen
los catalanes ("Som una nació" fue el eslogan de la
multitudinaria manifestación de julio de 2010, una de las mayores
manifestaciones que ha habido en democracia), vayamos precisamente a la
sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Autonomía de
Cataluña, de 28 de junio de 2010.
Tal como ha expuesto por activa
y por pasiva el catedrático constitucionalista Javier Pérez Royo, la
sentencia del TC de 2010 destruyó la "Constitución territorial" del
Estado (véase por ejemplo aquí y aquí, y sobre todo esa conferencia,
imprescindible, y cuyo enlace copio abajo), desnaturalizando por
completo el Estado de las Autonomías. A partir de aquella infausta
sentencia, que fue una completa aberración jurídica y política, otra
brutalidad que debemos a Aznar, las Autonomías han quedado reducidas a
meras "regiones" de hecho, eso sí con competencias de gestión
administrativa, pero vaciadas de contenido político sustantivo. Sobran,
por tanto, los Parlamentos autonómicos, y sobran los Estatutos de
Autonomía, los cuales pueden arrojarse al cesto de los papeles por
inútiles. Y ello vale no sólo para Cataluña (la víctima de la
sentencia), sino para todas las Autonomías, y esto es así porque tal
como explica Javier Pérez Royo, la sentencia del TC destruyó el
mecanismo de encaje constitucional de las Autonomías en el Estado. Desde
2010, en España ya no hay "Autonomías", sino "regiones", y es única y
exclusivamente el gobierno del Estado quien corta el bacalao, y los
demás a plegarse a lo que ordene Montoro, el insigne Wert o Sáenz de
Santamaría. Pérez Royo ha calificado la sentencia del TC de 2010 de
auténtico "golpe de Estado" que fulminó la Constitución (**).
Esta situación inaceptable de
destrucción de la Constitución territorial y del Estado autonómico, fue
denunciada desde el primer día por los catalanes (véase la masiva
manifestación de julio 2010 mencionada) que, de manera categórica, nos
negamos a aceptar ese retroceso a una situación preconstitucional, y ver
nuestro autogobierno pisoteado y convertido en humo, y que, como no
podía ser de otro modo, ha reabierto por enésima vez el problema del
encaje de Cataluña en el Estado, precisamente lo que se trató de
solucionar con el Estado de las Autonomías.
Y este es el contencioso político
que está planteado. Un contencioso que no se arregla enviando a
Cataluña la guardia civil, como pretende Rajoy Brey el Sensato y la
derecha extrema patria (incluidos algunos sectores del PSOE), ni tampoco
persiguiendo y metiendo en la cárcel a la mitad de políticos
catalanes. Porque no es un problema de orden público, ni jurídico, de
respetar o no respetar "la ley", como gusta decir a Rajoy Brey, sino
político, y además de envergadura. Es evidente que este contencioso no
podrá ser resuelto por el gobierno de Rajoy Brey ni por ningún gobierno
de la derecha, por su manifiesta impotencia e inepcia política. Sólo
podrá resolverse, eso esperamos, cuando en España se abrá un proceso
Constituyente en el marco de una República española.
Sea como fuere, una absoluta
mayoría de catalanes viene exigiendo desde 2010 un cambio sustantivo en
la relación de Cataluña con el Estado, y ahí caben dos grandes bloques.
Digo lo siguiente con la boca pequeña, y hasta donde se me alcanza,
porque hace más de 10 años que no vivo en Cataluña:
— Una amplia mayoría de
catalanes reclamamos un nuevo encaje de Cataluña en el Estado, de manera
que catalanes y españoles nos sintamos todos a gusto en ese Estado.
Ahora bien, ese nuevo encaje ha de ser de tal naturaleza, y "blindado"
de tal manera, que impida que vuelvan a ocurrir aberraciones como la
sentencia del TC de 2010, ni ningún otro atropello similar por parte del
Estado. Personalmente soy partidario de la fórmula de "soberanía compartida" propuesta recientemente por el movimiento Catalunya en Comú y que habrá que tener muy en cuenta en un futuro inmediato.
— Otra parte de catalanes, cuyo
porcentaje según encuestas se sitúa en torno a un 35-40 %, es
directamente independentista. Ha llegado a la conclusión, más que
avalada por la experiencia histórica, y sobre todo la experiencia
reciente, de que no es posible ninguna relación con España y por tanto
la única salida es la independencia.
Hay que apuntar que Rajoy Brey
ha sido una auténtica fábrica de independentistas en Cataluña: esta ha
sido su gran hazaña política, para que luego digan que Rajoy Brey no
hace política. El número de independentistas en Cataluña es directamente
proporcional al número de votos que le ha dado al PP el anticatalanismo
en España. Una dinámica infernal. Ahora bien, si el gobierno persiste
en su política incendiaria de confrontación y de represión del Estado
contra Cataluña, el conflicto, hasta ahora doméstico, podría acabar por
traspasar las fronteras, y esto es una bomba en un país con un billón de
deuda. Alguien debería explicarle a Rajoy Brey que Cataluña no es la
isla de Perejil. Como pronosticó Meneses hace tiempo, el conflicto de
Cataluña se llevará por delante no sólo a este gobierno y a la derecha
inepta, sino a la monarquía.
Este es el problema político
planteado en Cataluña. Pero es también, como es obvio, el primer
problema político de España, el cual sólo verá solución adecuada en el
marco de un futuro (y próximo) proceso Constituyente. Así lo esperamos y
deseamos.
(*) Digamos de paso y de manera
rotunda, que un Estado no tiene ninguna necesidad de definirse como
nación, ni los españoles tenemos ninguna necesidad de que España sea una
nación para ser españoles. En el mundo hay cientos de Estados que no
son naciones, y todos tan felices. Los únicos que tienen necesidad de
naciones son los nacionalistas, y el ejemplo más reciente y sonado es el
America first de Trump, pero esta es otra historia. Respecto a
la ocurrencia del PSOE de España como "nación de naciones" hablaremos
otro día, porque los disparates del PSOE merecen capítulo aparte, aunque
todos van en la misma dirección: marear la perdiz para que todo quede
como está.
(**) Si no recuerdo mal, Javier
Pérez Royo comparó gráficamente la sentencia del TC de 2010 con una
bomba de neutrones que destruyó por dentro la Constitución española,
aunque dejando en pie el edificio por fuera. De ahí que el orden
constitucional sólo pueda ser restablecido de nuevo mediante un proceso
Constituyente. En Cataluña, el "kilómetro cero" de ese proceso
Constituyente es un referéndum para decidir la pertenencia o no a
España. Tal como están las cosas, cualquier opción que no pase por este
referéndum carece de relevancia política y por tanto está condenada a la
esterilidad.
Nota.—Ya que he citado
tanto al catedrático Javier Pérez Royo, si en esta exposición he metido
la pata por malentender algún concepto, ruego encarecidamente que me
disculpe. En cualquier caso, toda la responsabilidad es mía. Por último,
le estoy sumamente agradecido por haberme iluminado tanto en un asunto
tan complejo y trascendente, y desde luego recomiendo a todos la
lectura de sus artículos y entrevistas, los cuales pueden encontrarse
fácilmente en Internet.
No hay comentarios:
Publicar un comentario