23 de abril de 2021

(Tuits de vacunación, cuarta ola y suma y sigue, 7.)

Tuit 291 (Vox ha cruzado la línea roja del orden democrático) - 23 abril
—El fútbol tiene unas reglas de juego. Por ejemplo, un jugador no puede agarrar el balón con las manos y llevárselo, y mucho menos sacar una pistola y pegarle un tiro al contrincante. Pues bien: la democracia también debería tener sus reglas de juego, de lo contrario no puede funcionar. Siempre he sido partidario de la democracia militante, lo cual significa, entre otras cosas, que un partido político cuyo objetivo es destruir la democracia, no puede ser aceptado en una sociedad democrática y por lo tanto no debe permitírsele la participación en la vida democrática de dicha sociedad.

A efectos prácticos, una organización política antidemocrática es homologable a una organización terrorista, y la actitud de los partidos políticos del color que sean, y en general la de los ciudadanos frente a ambas organizaciones ha de ser la misma: rechazo absoluto. Y aún es más peligrosa una organización antidemocrática por cuanto la democracia es el fundamento de nuestra convivencia, es decir, de la paz y de nuestra dignidad como personas. Sin democracia no hay paz, justicia ni dignidad.

Dicho esto: ¿cómo se puede aceptar un partido político que se niega a condenar las amenazas de muerte a tres personas, entre ellas un ministro del gobierno y el líder de un partido político? Es inadmisible. No se puede "normalizar", como se dice ahora, es decir, admitir esta negativa a condenar las amenazas de muerte. Porque si se admite lo próximo será "normalizar" también el asesinato y los tiros en la calle. La "normalización" de lo inadmisible es siempre una pendiente garantizada hacia el desastre, que es lo que pretende la extrema derecha. Vox debe ser excluido de la vida democrática española. Ello sin detrimento de que se revise su legalidad, o no, según la Ley de Partidos Políticos vigente.

No hacerlo así, es permitir que mañana esas amenazas de muerte se cumplan, y no solo contra tres personas, sino contra 26 millones de "hijos de puta", como amenazó un militar retirado. Estamos advertidos.


Tuit 292 (Continuación) - 23 abril
—La democracia es incompatible con las pistolas. Eso debería enseñarse en todos los colegios. La democracia es también incompatible con defender las amenazas de muerte contra adversarios políticos. Esa es una línea roja en cualquier democracia, y más debería serlo en España, con un pasado reciente tan horrible de asesinatos y genocidio, y donde todavía hay decenas de miles de asesinados en las cunetas.

No se trata de condenar la violencia in genere, ni otras abstracciones que a nada comprometen, sino de condenar las amenazas de muerte contra tres personas concretas: el ministro del Interior, la directora de la guardia civil y el secretario general de Unidas Podemos. Todos los partidos políticos españoles han condenado estas amenazas de muerte, excepto Vox. ¿Vox defiende el asesinato de los adversarios políticos? Si es así, la Fiscalía debe actuar de oficio, y los grupos parlamentarios deberían presentar en el Congreso de los Diputados una proposición de ley para ilegalizar a Vox.

Por último, los partidos políticos democráticos, sean del color que sean, que mantienen gobiernos de coalición con Vox, deberían romper de inmediato dichas coaliciones.

Nadie es más español que otro, por mucho que se envuelva en la bandera española y por muchas pegatinas con la bandera española que lleve en la mascarilla. No hay españoles de primera y de tercera. Tampoco nadie ni ningún grupo político es quien para arrogarse el derecho a repartir carnets de español. El único que reparte carnets de español es el Ministerio del Interior, y lo hace sin tener en cuenta la ideología de nadie. Mi DNI es tan español como el de Abascal, así se suba sobre la mesa, o el del militar o ex militar salvapatrias de turno que se cree el único español del mundo.

Y, por supuesto, ser español no otorga el derecho a asesinar a nadie, ni "por España" ni por Dios ni por Alá. Quien mata es un asesino, sea español o chino, aquí y en Lima.

Es muy fácil: los grupos o partidos políticos antidemocráticos han de ser excluidos de nuestra sociedad. No entenderlo así lleva al desastre. Europa tuvo harta experiencia de ello. La democracia tiene sus reglas, y las pistolas no caben en ninguna democracia. Esa es la línea roja de cualquier democracia y que Vox ha traspasado hoy 23 de abril.


Tuit 293 (Madrid 17) - 25 abril
—El golpismo de la derecha, que se inició en España de manera más o menos solapada en 2014 a resultas del susto del 15-M, ha entrado en una nueva fase a partir de este 23 de abril. Ahora es un golpismo explícito, a la descubierta, a la caraqueña (por decirlo en expresión de Enric Juliana), en el cual confluye una parte importante del Estado (incluidas algunas instancias del Poder Judicial, etc.), la extrema derecha del PP de Madrid y Vox, al fin fusionados, la casi totalidad de los medios de comunicación, y gran parte de la oligarquía española más depredadora, que vive del BOE y tiene su cuartel general en Madrid, por solo mencionar a cuatro conjurados (omito otros dos, pero fáciles de adivinar porque ambos están blindados en el Código penal). A nadie se le escapa que el objetivo de esta repentina radicalización a la desesperada del golpismo de derechas son los 140.000 millones de Europa, los cuales desean meterse en el bolsillo como sea. El obstáculo es, obviamente, Pdr Snchz y el gobierno "socialcomunista". La consigna de los golpistas es tan obvia que duele en los ojos: hay que derribar al gobierno por los medios que sean. Como la contra venezolana. Como la derecha en Brasil que aupó a Bolsonaro, lawfare mediante.

Vistas así las cosas, las elecciones en Madrid no son tanto entre democracia o fascismo (aunque también), sino entre democracia y golpistas, o entre democracia y delincuencia, con todas las consecuencias que se derivarían si los golpistas delincuentes llegaran al poder. Mejor ni pensarlo. Lo de Bolsonaro en Brasil iba a parecer una broma.

(Continuará.)  





La República es una forma de Estado que en sí misma no garantiza nada. Ahora bien, la Monarquía Española garantiza la perpetuidad de la corrupción del Estado y por ende la imposibilidad de la democracia, puesto que corrupción y democracia son incompatibles. La Monarquía Española tarde o temprano conduce indefectiblemente a la dictadura
 

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