27 de abril de 2021

(Tuits de vacunación, cuarta ola y suma y sigue, 8.)

Tuit 294 - 26 abril
—No comparto el eslogan "Democracia o fascismo". La razón es simple: casi nadie sabemos lo que es el fascismo. El "fascismo" no es más que una abstracción. El resultado es que el fascismo acaba siendo cualquier cosa, es decir, NADA. Lo peor es que ahora nos la vamos a pasar discutiendo de fascismo, y si son galgos o podencos.

Me temo que Vox está encantado con que lo califiquen de partido "fascista". Otra cosa sería que fuese declarado como organización terrorista, que es lo que deríamos instar todos los partidos democráticos, y dejarse de tonterías de "cordones sanitarios" y demás.

Insisto: una organización antidemocrática es homologable a una organización terrorista, y nuestra actitud frente a ambos debería ser idéntica: rechazo absoluto. Todo lo que no sea eso beneficiará a Vox.

En el pasado, otros se dieron cuenta del error de contemporizar, y fue tarde. 


Tuit 295 - 27 abril
—Cuando el adversario se convierte en enemigo, nos colocamos ipso facto fuera del orden democrático. Al enemigo solo cabe liquidarlo, y es justo en ese punto donde confluyen las organizaciones terroristas y las de extrema derecha. No voy a insistir más
dijo Meneses— en algo que es de abecé democrático: no se trata de condenar la violencia, porque la violencia la condena hasta Atila, sino de condenar las amenazas de muerte a tres adversarios políticos bien concretos con nombres y apellidos. 

Si esa condena no se produce, hay que deducir que Vox avala el asesinato de los adversarios. Y, por cierto, la lista de enemigos de Vox es interminable: las tres cuartas partes de la sociedad española, entre "rojos", homosexuales, feministas, inmigrantes sinpapeles, musulmanes, activistas sociales, nacionalistas periféricos y hasta demócratas en general... Creo que la Ley de Partidos Políticos se hizo para algo, y en todo caso el Congreso de los Diputados debería tomar cartas en el asunto.

(Continuará.)  





La República es una forma de Estado que en sí misma no garantiza nada. Ahora bien, la Monarquía Española garantiza la perpetuidad de la corrupción del Estado y por ende la imposibilidad de la democracia, puesto que corrupción y democracia son incompatibles. La Monarquía Española tarde o temprano conduce indefectiblemente a la dictadura
 

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